EL NAVEGANTE

   Capítulo 1

   Postal Panorámica

   Capítulo 2

   Una Noche en el Bar Saddan

   Capítulo 3

   Trasnoche Che

   Capítulo 4

   Amanecer en la Ribera

   Capítulo 5

   A volar mi amor

   Capítulo 6

   Inter Record Gap

   Capítulo 7

   Respuestas las pelotas

 

POSTAL PANORÁMICA

En un lugar no muy lejano del horizonte, se dibuja el contorno difuso de un pueblo, que con sombras vagas deja imaginar los detalles de construcciones exóticas y decadentes de oxido.

Las arenas pulen los remaches, dejando huellas sobre las chapas recicladas, como símbolo erosivo de su poder destructivo.

Un movimiento opaco se divisa, mientras a pasos cansados me aproximo, casi gastando las reservas de ilusión que guardamos como camellos en jorobas mutiladas por los laberintos de cada día.

Sin pórticos y bienvenidas me adentro entre las edificaciones que dejan lonjas de cielo violeta, como techo de calles carentes de asfalto.

Retorcidas estructuras entre rocas y metales, salpican rostros asomados en huecos que fueron ventanas.

Mi memoria carente de recuerdos sólo deja que mi destino sea decisión de cada instante, sin jurisprudencia de experiencias.

Huérfano de historia, siento la sangre fluir a mi cerebro, que usina pensamientos y conjetura mis carencias.

Rápidamente, en un bautismo de lágrimas sordas, me nombro El Navegante, y siento en el norte referente la utopía del sur magnéticamente reluctante.

Fraguando rincones, relucen chispas de verbos que movilizan el habla dormida en fríos glaciares de soledad.

Despierto así del letargo, comparando mi estado con un despabilar confuso, y deduzco que el olvido en realidad es pereza capital que duerme al hombre que no se cuestiona.

Estas notas escritas sobre arenas movedizas solo podrán ser leídas desde lo alto, y se hundirán en lo profundo quienes se arraiguen de la tierra con raíces que no sueñan con ser pájaros.

Mientras más me acerco al reducto del otro lado de la calle fangosa, mi silueta se proyecta creciendo en cada paso que doy hacia la luz de la entrada.

Miro sobre mi hombro y reconozco a mi sombra, que crece sin limites ópticos, oponiendo su existencia a las leyes materiales.

Se abre la puerta con ruidos rechinantes y me fagocita el aroma enviciado de bar humeante, entre mesas volcánicas, con parroquianos bebiendo lava mientras curvas sinuosas seducen las miradas.

Es ahora cuando una panorámica mirada congelada, hace de mi existencia sin memoria, un prisma donde la luz se disgrega en óleos coloreados con rojos de lámpara ardiente.