EL NAVEGANTE |
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 |
TRASNOCHE, CHE De
a poco se comienza a divisar la característica silueta de Puerto Madero, a mi
izquierda noto las ruinas del templo del boxeo, que ahora no es más que un
conjunto de hierros retorcidos con escombros adosados como parásitos. Cruzamos
unos casi imperceptibles rieles que conformaran las vías del ferrocarril y
llegamos hasta el costado de unos edificios cuadrados y rojos. Los
ladrillos, con algunas escrituras, colorean el gris reinante en la ciudad,
algunas columnas de alumbrado forman disciplinadamente una recta de puntos de
luz caprichosa que desafía la noche. Pasamos
entre medio de los bloques y llegamos
a un paseo costanero casi destruído, un acantilado artificial es delimitado por
unas barandas de metal que por momentos desaparece. Como
cárcel se encierra en un dique a las aguas que fueron desterradas de su libre
correntada, para morir en descompuesta y aburrida nutriente de musgos que no
conocen las olas. Algunas
grúas quedan como testigos de épocas de navíos, algunas ratas que corretean
alegremente, también. Cascos
semihundidos rompen el llano del líquido que lo devora en años de erosión y
olvido. No muestran ni la más mínima intención de ser reflotados, no hay cabos
que lo sujeten ni cadenas que lo decoren, solo están ahí muertos de viajes,
partidas y arribos. Nos
aproximamos a una entrada con un cartel que dice Happening en letra cursiva, no
está iluminado y sólo una tenue luz alumbra la puerta. Ya
llegamos,
dice Alika, ésta es mi casa, mientras
introduce la llave en la cerradura. Gira rápidamente dando dos vueltas y un
panel se abre dejando a la vista un teclado numérico y una plancha de acrílico
blanco. Introduce un código y apoya su mano sobre el acrílico que se ilumina
con una fuerte luz blanca. Se escucha el sonido característico a la apertura de
trabas de seguridad y la puerta finalmente se abre. Entramos
a un recinto pequeño pintado de azul con una guarda color oro, del lado
izquierdo un espejo con un marco dorado magníficamente forjado y en el techo
una lámpara del mismo estilo. Frente a la puerta un perchero invita a dejar el
abrigo en este instante y del lado derecho una puerta de madera noble con
tallados en bajo relieve que seguramente conducirán al interior. Alika
cierra la puerta y activa nuevamente la cerradura de seguridad mientras yo me
quito mi abrigo negro y lo cuelgo en el perchero, ella hace lo mismo con la
gracia de un cisne posándose en un lago. Me
toma la mano y abre la puerta de madera para ingresar al salón de la casa, un
recinto verdaderamente impactante se ilumina cálidamente, la paredes de tonos
azules juegan con las cortinas amarillas con borlas formando curvas. Sillones
distribuidos armoniosamente, mesas con manteles en tono pastel, sillas con
tapizados de diseños embriagantes, plantas que perfuman de verde selvático el
ambiente y una barra perfectamente equipada que expone a los licores y vinos
como obras de arte con dicroicos enfoques estelares, ponen de manifiesto el
gusto selecto de Alika por la estética y la buena vida.
Con
unos leños, perfectamente estibados en un disimulado armario al costado del
hogar, enciende el fuego que baña su silueta de amarillos y rojos movimientos. Se
recuesta sobre el sillón que esta frente al hogar y se quita los zapatos, gira
su cabeza hacia mí y enfoca sus ojos besando mi boca. Yo
aún parado en medio del salón no pude reaccionar ante este panorama, mi cara,
seguramente deja notar mi desconcierto. No comprendo como en una ciudad en
ruinas puede haber rincones con tanto lujo, no entiendo qué hacia Alika en el
bar Sadam exponiéndose a los peligros de la noche, caminando veinte o treinta
cuadras entre ruinas, quién es ese viejo que sale de la oscuridad y me dice que
me estaba esperando. seguramente habrá una explicación para todo esto, pero
estoy demasiado cansado como para poder conjeturar algo.
-
¿ Querés tomar algo o preferis una ducha ?, pregunta como sabiendo la
respuesta. -
Primero se debe besar el cristal y sentir el frío de un iceberg en los labios
para comenzar un verdadero descando, respondo provocando una risa sin sorpresa. -
Servite, los whiskys estan a tu completa disposición, para mí con poco hielo. Camino
lentamente hacia la barra, abro las puertas del armario de madera, y frente a mí
uno de los espectáculos más conmovedores que puede teñir al hombre de amarillo.
Una completa colección tanto en cantidad como en variedad de los mejores Whiskys
de la historia de la humanidad. Entre
las botellas y teniendo en cuenta la ocasión, me decido por una etiqueta negra,
más añeja que la mentira, y más tentadora que Alika. Busco
dos vasos de cristal, coloco el hielo en uno de ellos y doy siete golpes que
perfuman de noche el ambiente. Una catarata distinguida simula olas sin arenas
ni crestas, que espectran de amanecer el transparente estanque. De
más esta decir que mi bebida favorita es el whisky, ¿ Clear ?. Vuelvo
hacia el medio del salon, y dejo los vasos sobre la mesa, mientras me siento
junto a ella. Para
las grandes ocasiones se conjura con sellos cómplices y se desnuda al otro viéndolo
sólamente tomar una copa. Siento que Alika está muy cerca de mí, no por
tomar Whisky, sino por el significado, sentimiento y poder mágico que éste posee
para dejar sin ropas ni caretas a las personas. Como
aliado en las relaciones la bebida ayuda para deshinibir y soltarse, pero en más
de una ocasión, cuando lo usaba para ablandar conquistas duras, provocaba el
efecto contrario dejando fuera de combate a la presa. Con
el tiempo esta técnica a la cual hacía referencia dejó de interesarme, para
qué
sirve tomar con alguien que no lo entiende, para qué tomar con alguien que no
percibe la magia y tampoco puede generarla. Pero
cuando dos personas tienen magia, ilusiones, metas, y sobre todo se saben y
conocen su origen, se entabla un diálogo entre pares, que no compiten con
jactancias y competencias inútiles, si no que crean y dibujan con palabras,
gestos e ideas un mágico mundo de proporciones y dimensiones sin límite. Este
es uno de esos momentos en donde sobran las palabras, cada uno toma su vaso y
mirándonos a los ojos pegamos el primer sorbo que disfrutamos con éxtasis
mirando arder los leños de la chimenea. Nos
pasamos media hora sin hablar, solo mirando a las llamas destruir la madera
entregada al infierno. Casi sin movernos los cuerpos se sienten y emanan esos
olores de seducción y exitación. El viejo es cuestión de piel, se torna más
actual que nunca, eso es algo que aún no pude explicar, un estado en el que se
percibe que esa persona es la correcta o no. Se
interrumpe el silencio con fondo de Jazz con la voz de Alika. -
¿ Querés tomar un baño, Nav ?, con tono de dale que después... -
Y sí, creo que es algo necesario, no hay mejor forma de terminar una velada. -
Si pensás que acá termino todo, estás equivocado, esto recién comienza, vení que
te muestro donde está el baño. Dice con picardía. Me
toma la mano y caminamos hacia la escalera que conduce a la planta alta,
perfectamente armónica con el entorno se confunde hasta desaparecer en lo alto. Caminamos
por un pasillo con fotografías enmarcadas, monocromáticos instantes robados de
la realidad, entramos al dormitorio que deja en claro que lo más importante es
la cama, y del lado derecho la puerta que deja entrever azulejos y espejos. Andá,
me dice, en el armario tenés toallas, y podés usar la bata blanca que está
colgada y bordada con tu nombre. Casi
sin reaccionar me voy caminando hacia el cuarto de baño, y es ahí cuando me doy
cuenta de lo que dijo Alika, la bata con tu nombre bordado. No
quiero ni tratar de pensar, ya en el cuarto blanco distingo mi imagen por
segunda vez en la noche, miro el espejo y caigo en cuenta de mi estado. Abro
el grifo de agua caliente mientras coloco el tapón de la bañadera, me saco la
camisa que fuera blanca en algún momento y mis pantalones de jean negro,
mientras mis botas terminan de caer en el piso. Abro
la puerta del placard y saco una toalla blanca, como todas las que allí se
acomodan prolijamente. Es impactante el buen gusto de cada rincón, la combinación de colores y sobriedad de cada detalle. Ingreso en la bañadera
qué
temperatura agradable me acoje acuosamente. Tomo el jabón y comienzo la difícil
y gratificante tarea, ya estaba extrañando esta experiencia. Recostado
y con los ojos casi cerrados dejo que el agua acaricie con su espuma mi cuerpo,
relajando cada músculo e hidratando mi piel. La
voz de Alika se escucha a lo lejos, dale Nav te estoy esperando. Decido
entonces salir de la bañadera previo enjuage con agua fría, a lo mejor esto me
despierta un poco ya que entre el cansancio, el whisky y el agua caliente el sueño
se hace fuerte aunque intente burlarlo. Mientras
me seco, parado sobre la alfombra azul me reconozco salpicado por el agua, una
sensación de comodidad me invade al sentir mi cuerpo húmedo y limpio, me peino y
afeito usando los elementos requeridos para estos casos que tienen la letra N en
alguna parte de ellos. Dejo
caer la toalla y me pongo la bata que tambien tiene la letra N bordada, tal cual
lo anticipara Alika. Salgo de cuarto de baño que con su niebla de vapor y aroma
perfumado simula las mañanas del océano. Cierro
la puerta tras de mí, y me dirijo a la cama, pero no veo a Alika por ningún
lado, me recuesto sintiendo cómo la atracción por dormir se hace casi
insostenible. Por un momento cierro los ojos, creo que me dormí, y como en un
sueño escucho la voz de Alika diciendo, Ahora empieza la noche Nav. Cuando
abro los ojos miro a mi alrededor y la veo a ella apoyada en el marco de la
puerta, una silueta increíblemente sensual muestra su contorno con aura de seda
y contraluz, camina hacia mi lentamente dejando caer la seda de a poco,
con parsimonia otoñal y desnudando lentamente no sólo su cuerpo, si no
también su alma. Su
piel se torna de un color cobrizo al pasar por los focos de iluminación
ambiental, sus cabellos rubios dibujan su cara y demarcan su facciones felinas. Antes
de recostarse a mi lado deja caer su última pieza de seda, quedando solamente
con un blanco triángulo de encaje constranstante con su belleza. Ya
a mi lado, veo sus pechos, duros y turgentes como pocos, no resisto la tentación
de acariciar cada rincón de esas curvas. Un beso apasionado y húmedo de deseo es
la campana de largada para la entrega al placer. Me
quita la bata y el encaje cae, sintiendo abrazados la completa desnudez nos
fundimos como metales nobles en el lecho de raso, que caprichosamente se entremezcla con nosotros. El ritmo
cardíaco crece dejándose escuchar como un
tambor en la noche de calma. La piel transpira de besos los rincones ocultos y
los rostros se convierten en expresiones desdibujadas por los sentidos. Los
gemidos comienzan a formar una extraña melodía, el sexo prima en el ambiente y
en nosotros. Alika queda tendida boca abajo en la cama, yo me incorporo y puedo
observar una verdadera escultura color piel. Comienzo con suaves contactos táctiles recorriendo la punta de los dedos del pie y trepo lentamente por las
piernas, besando y escalando músculos, fundiendo el sentir en cada movimiento.
El tiempo se detiene cuando llego a sus glúteos duros como roca y suaves como el
terciopelo, un valle lugurioso se contornea rítmicamente tentando la enbestida
que resisto a duras penas, sigo por sus espaldas regada de rubios cabellos
casualmente diseminados; como islas gemelas asoman sus hombros mojados por la
marea de pasión que decae por sus brazos. Tomo el cuerpo de Alika y la giro
dejando a merced de mis retinas el resplandor casi enceguecedor, apoyo ambas
manos en su rostro memorizando cada rasgo, muevo mis dedos captando la humedad
de sus labios mientras siento el abrir de su boca y veo asomar su lengua entre
los blancos dientes como serpiente encantada al salir de su canasto. Un
profundo beso une nuestros alientos por unos instantes, una contenida exalación
provoca la caída de mis labios hacia su pechos, un sudor frío se apodera de mí,
justo en el momento en el que recorro el cañon de los senos, siento los
acantilados y trepo a uno de ellos hundiendo mi cara hasta llegar a la cima, una
aureola levemente más oscura y texturada marca la cima, jugueteando con mis
labios, arranco bramidos incontenidos, una ondulación recorre el cuerpo
totalmente entregado al placer. Con mi mano tomo la colina opuesta y sigo la caída hacia el hoyo umbilical. Los contorneos se acrecientan mientras la
distancia se acorta, siento su vientre en mi cara y los saboreo con deleite
compartido. Una
sensación de ya haber pasado por esto me invade sólo por un instante. Caemos rodando al piso y entre las sábanas abrazados en un movimiento, por momentos animal. Sinceramente no creo poder describir racionalmente la parte siguiente, en un estado de inconciencia nos desatamos en la más variadas situaciones, correteamos, retozamos y gozamos hasta el agotamiento de nuestros cuerpos que finalmente se rinden en un cerrar de parpados. |